De parte de Gea


Hasta aquí nuestros hijos han contado sus historias.
Aunque han pasado muchos años desde entonces, somos felices viendo que las rencillas entre ellos han cesado. Todos tienen ya su lugar, incluso nosotros, los viejos dioses.
Urano, sobre las espaldas el paciente Atlas, hace ya siglos que no se mete con nadie. Ya no le guardo rencor y a veces incluso le sonrío. Después de todo, hemos resultado una pareja de divorciados bien avenida y siempre nos hemos puesto de acuerdo para ayudar a nuestros numerosos descendientes.
Con el nuevo año, comenzarán a contar sus vidas y aventuras los mortales, esos que se llaman a sí mismos héroes. Para nosotros resultan más interesantes, porque siempre los humanos nos han servido de entretenimiento. Las seguiremos atentamente y procuraremos que su soberbia no les lleve a exagerar sus méritos o a magnificar en demasía sus hazañas. Tenemos todo el tiempo del mundo. De hecho, tiempo es ya lo único que tenemos los dioses.

Dioniso, el más fiestero de los dioses


Saludos a todos. Me llamo Dioniso, aunque en Roma me conocen como Baco, el dios del vino y de la fiesta. Tuve un nacimiento inusual. Mi madre fue Sémele (hija de Cadmo), una mujer mortal, y mi padre Zeus, el rey de los dioses. La esposa de Zeus, Hera, una diosa celosa y vanidosa, descubrió la aventura de su marido cuando mi madre Sémele estaba encinta. Con el aspecto de una malvada vieja, Hera se ganó la amistad de Sémele, quien le confió que su marido era en realidad Zeus. Hera pretendió no creerlo, y sembró las semillas de la duda en la mente de Sémele, quien, curiosa, pidió a Zeus que se revelara en toda su gloria como prueba de su divinidad. Aunque Zeus le rogó que no le pidiese eso, ella insistió y él terminó accediendo. Sin embargo, los mortales no podía mirar a un dios sin morir, y Sémele pereció. Zeus logró rescatarme plantándome en su muslo. Unos meses después nací.
La leyenda cuenta que Zeus me puso bajo la tutela de las ninfas de la lluvia, que me criaron en mi infancia y niñez.
Cuando crecí, descubrí el cultivo del vino y la forma de extraer su precioso jugo. Un día encontré un frágil tallo de parra, sin pámpanos, racimos o fruto alguno. Me gustó, y decidí hacer algo para conservarlo. En primer lugar, lo introduje en un huesecillo de pájaro. Tan a gusto se encontró el tallo, que siguió creciendo. Fue entonces cuando tuve que trasplantarlo al interior de un hueso de león. Posteriormente, tuve que pasarlo a un hueso de asno, de mayor tamaño. Al tiempo, el tallo se convirtió en una parra y dio su fruto. Entonces descubrí las propiedades de su zumo fermentado. Por la anterior génesis del tallo se interpretan los estados que infunde el vino al bebedor. Si bebe con moderación, éste se encontrará alegre y fuerte (como un pájaro y como un león, respectivamente). Pero, en caso de superar cierta cantidad, y de que esto suceda asiduamente, el bebedor se volverá tonto (como un asno).
Hera hizo que me volviese loco y me empujó a vagar por diversas partes de la tierra. En Frigia la diosa Cibeles me curó y me enseñó sus ritos religiosos, y así emprendí mi recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. La parte más famosa de mis viajes es mi expedición a la India, que duró varios años. Volví triunfante e intenté la introducción de mi culto en Grecia, pero se me opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que les podía acarrear. los castigué como merecían, y todos me cobraron respeto (ver álbum).
Me enamoré tardíamente. Teseo abandonó a Ariadna dejándola dormida en Naxos y yo la descubrí y me casé con ella. Con ella fui padre de Enopión, la personificación del vino, y ella fue ascendida a los cielos como la constelación Corona Boreal.
A medida que he ido madurando he ido descubriendo lo maravillosas que son las juergas, las fiestas y el vino. Siempre me acompañan mis colegas, los sátiros y los centauros. Los mortales me adoran con ritos mistéricos y siempre llevo mi piel de zorro que significa la nueva vida. Y en Roma se celebran las bacanales todos los años, aunque en un tiempo estuvieron prohibidas. No me puedo quejar de vosotros, humanos.

Tetis, la diosa marina


Yo, Tetis, soy hija de Nereo y Doris. fui educada por Hera, que siempre me ayudó. Yo soy la más famosa de las Nereidas. Recogí a Hefesto, el dios del fuego, cuando lo arrojaron al mar. También ayudé yo a los Argonautas cuando hicieron su periplo en busca del vellocino de oro.
Intentaron amarme Zeus, el dios supremo, y también Poseidón, dios del mar, pero tuvieron que desistir porque yo daría a luz un hijo más poderoso que su padre. Por este motivo decidieron casarme con un hombre mortal. Enviaron a Iris junto con Hermes, ambos mensajeros de los dioses, a buscar un hombre que quisiera casarse conmigo. Así Iris se entrevistó con el centauro Quirón, sabio entre los sabios. recomendó él, por su belleza física, inteligencia y valentía, al joven Peleo, a quien tenía en gran estima. Era el gobernador de los mirmidones.
Yo me sentí humillada por la imposición de marido por parte de los demás dioses, y rechacé a Peleo. Por eso él siguió los consejos de Quirón y preparó mi rapto. Para llevar a cabo su propósito me esperó en una cueva que yo frecuentaba mucho. Así consiguió poseerme.
Mi boda fue la mejor y la más linda de la historia, y se celebró con la presencia de todos los dioses del Olimpo. Todos recibieron sus invitaciones, con la sola excepción de Eris, diosa de la discordia, quien, furiosa por haber sido excluida, arrojó en el centro de la reunión una manzana de oro con la siguiente inscripción: "Para la más hermosa". Todas las diosas presentes se disputaron ser las destinatarias de la manzana, especialmente Hera, Atenea y Afrodita. Encomendaron a Zeus que resolviera la disputa, pero él prefirió no ganarse la enemistad de ninguna. Al verse obligado, delegó la elección en Paris. El hecho de que el príncipe troyano concediera la manzana a Afrodita condujo a la guerra de Troya.
Peleo y yo tuvimos muchos hijos, pero yo los asfixiaba conforme nacían, para que no heredaran los rasgos mortales de su padre. Peleo empezó a sospechar cuando nació mi séptimo hijo, y me descubrió sometiéndolo a un ritual que él pensó que acabaría con la vida del niño: sumergirlo en las aguas de la Estigia. Él me arrebató a Aquiles antes de que yo pudiera humedecer toda su piel, y solo su talón quedó libre del contacto de las aguas.
Furiosa por la intromisión, abandoné a Peleo y me volví al mar con mis hermanas. Sin embargo, siempre protegí a mi hijo. Traté de disuadirlo de acudir a la guerra de Troya, ya que sabía que sería su fin, y pedí a Hefesto que construyera su armadura. Pero no pude salvar su vida.
Esta es mi historia, más bien trágica, aunque ahora vivo tranquila y feliz. No la divulguéis. Adiós a todos.

Poseidón


Como mis hermanos y hermanas, exceptuando a Zeus, fui tragado por mi padre. No fui regurgitado hasta que Zeus obligó a Crono a vomitar los bebés que se había comido. Nunca acepté la supremacía que se otorgó tras esta lucha. En la cultura micénica la importancia de Poseidón era mayor que la de Zeus. En Pylos es el dios jefe, si se da crédito a las tablillas en lineal B que se conservan, donde el nombre PO-SE-DA-WO-NE (Poseidón) aparece con mayor frecuencia que DI-U-JA (Zeus). También aparece una variante femenina, PO-SE-DE-IA, lo que indica la existencia de una diosa consorte hoy olvidada (mi Deméter, que he de reconocer me despreció, pues siempre fue una diosa fría). Las tablillas de Pylos registran mercancías destinadas a sacrificios para «las Dos Reinas y Poseidón» y «las Dos Reinas y el Rey». La identificación más obvia para las «Dos Reinas» es con Deméter y Perséfone, o por lo menos eso pienso.
Soy el dios de todas las aguas y mares, hijo de Crono y Rea. El reparto territorial no me dejó muy satisfecho y en ocasiones provoco tsunamis para coger un trozo más de tierra.
Junto a mi hay otros dioses marinos; Proteo, el viejo del mar, Nereo, padre de las Nereidas y Tetis y mi esposa Anfitrite.
Hubo un tiempo en el que mi hermano Zeus y yo competíamos por el amor de la diosa Tetis. Pero al consultar al oráculo mi hermano Zeus, descubrió que si la diosa Tetis tenía un hijo, este sería más fuerte que su padre, así que renunciamos a Tetis. Finalmente me casé con Anfítrite y tuve 3 hijos. Además de estar con Anfítrite, tuve varios amores:
Pélope, supuesto hijo de Tántalo al que me lo llevé al Olimpo.
Con Deméter tuve a Arión, un caballo que habla.
Con Etra, a Teseo.
También estuve con Medusa, antes de ser el monstruo. El caso es que estuvimos manteniendo relaciones en el templo de Atenea y eso a ella no le gustó, así que convirtió a Medusa en monstruo. Cuándo Perseo le cortó la cabeza a Medusa salieron Pegaso y Crisaor, caballos fantásticos.
Además de todo eso, en un tiempo atrás quise ser el patrón de Atenas. Reunimos a los atenienses en La Acrópolis. Yo les di una magnifica fuente y Atenea, que era mi rival, les regaló un olivo. Los atenienses aceptaron el olivo y por tanto a Atenea como su patrona. Me enfadó tanto que inundé la ciudad entera.
Por último contar que fui padre de Polifemo, un cíclope, que atacó a Ulises y a sus compañeros
en una de sus aventuras. No estoy muy orgulloso de ello.

Historia de Demeter


Yo soy Demeter, “Diosa Madre”. Soy la diosa griega de la agricultura pura, de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte, y protectora del matrimonio y la ley sagrada. Soy la portadora de las estaciones.
Mi hombre ha sido Poseidón. Yo me resistí a Poseidón transformándome en yegua, pero no pude ocultar mi origen divino entre los caballos del Rey Oncos. Poseidón se transformó en semental y me cubrió. Yo me puse literalmente furiosa por este asalto, pero lavé mi ira en el río Ladón . Me dio Poseidón una hija, cuyo nombre no podía ser pronunciado fuera de los misterios eleusinos, y un corcel de negras crines llamado Arión.
Mi relación con Perséfone, mi hija. Ella fue fue consorte de Hades, rey del inframundo. Se convirtió ella misma en diosa del inframundo cuando Hades la secuestró en la tierra y la llevó con él. Perséfone había estado jugando con algunas ninfas Yo las convertí en sirenas como castigo. . La vida se paralizó mientras yo, deprimida, buscaba a mi hija perdida. Finalmente, Zeus no pudo aguantar más la agonía de la tierra y obligó a Hades a devolverme a mi hija. Envió a Hermes para rescatarla.
Pero antes de liberarla, Hades la engañó para que comiese seis semillas de granada, lo que le obligaba a volver seis meses cada año. Cuando yo y mi hija estabamos juntas, la tierra florecía de vegetación. Pero durante seis meses al año, cuando Perséfone volvía a los infiernos, la tierra se convertía de nuevo en un erial estéril. Estos seis meses son los de verano, pues en Grecia es cuando toda la vegetación muere por el calor y la falta de lluvia. Por el contrario, el invierno traía abundantes lluvias y temperaturas suaves, floreciendo la vida vegetal. Fue durante mi viaje para rescatar a Perséfone del inframundo cuando yo revelé los misterios eleusinos. Mientras buscaba a Perséfone, habiendo tomado la forma de una mujer anciana llamada Doso, recibí la hospitalaria bienvenida de Celeo, el rey de Eleusis. Celeo me pidió que cuidase de Demofonte y Triptólemo, los hijos que había tenido con Metanira.
Como regalo a Celeo por su hospitalidad, planeé convertir a Demofonte en un dios, cubriéndolo y ungiéndolo con ambrosía, respirando suavemente sobre él mientras le sostenía entre sus brazos y su pecho, y haciéndole inmortal quemándolo sobre carbones al rojo vivo en la chimenea del hogar familiar cada noche, a espaldas de sus padres.
Pero no pude completar el ritual porque Metanira sorprendió una noche a su hijo en el fuego y chilló asustada, lo que me enfureció, quien lamentó que los estúpidos mortales no entendiesen el concepto y el ritual, pero revelé mi verdadera identidad y les hice partícipes de mis misterios, que ya siempre se celebraban en Eleusis, lo que convirtió la pequeña aldea en un centro de peregrinación y turismo alternativo.
Mi yerno sigue sin gustarme. Mi hijita sigue infeliz entre las sombras, y cada vez quiere pasar más tiempo a mi lado. Yo no he vuelto a enamorarme. La vida, las estaciones, continúan...

Perséfone


Hola, soy Perséfone. Mi vida la voy a contar de esta manera....
Mi madre es Deméter. Ella me estuvo buscando cuando yo desaparecí, porque me raptaron. Recorrió todo el mundo buscándome y, cuando supo donde estaba, ella le rogó a mi padre Zeus que me liberara y no quiso, aunque después se arrepintió.......
Ocurrió que Hades, dios del mundo inferior, se enamoró de mí y quiso casarse conmigo. Aunque Zeus dio su consentimiento, mi madre, Démeter, era contraria a la boda.
Entonces, Hades me atrapó mientras estaba recogiendo flores y me llevó a su reino. Las ninfas fueron transformadas en las Sirenas por no haber intervenido. La vida quedó paralizada, murieron todas las plantas y el hambre devastó la tierra mientras mi desolada madre (diosa de la Tierra) buscaba por todas partes a su hija perdida. Helios, el sol, que todo lo ve, terminó por contarle lo que había pasado.
Por este motivo, Zeus envió a Hermes, mensajero de los dioses, para que yo pudiera salir en libertad y me devolviera con ella. Antes de dejarme ir, Hades me pidió que comiera unos granos de granada, sabiendo que si yo comía algun alimento del Hades no podría salir de allí. De esta manera, me vi obligada a volver al inframundo y permanecer allí durante la tercera parte de cada año. Como diosa de los muertos y como diosa de la fertilidad de la tierra, yo era la personificación de la renovación de la tierra en primavera.
Desde entonces me volví una alegoría del fin y del principio de las estaciones.
Mi existencia no es muy alegre, apenas tiene variaciones, pues, aun cuando salgo del Hades muchos meses al año, estoy sujeta a mi marido. Solo me he enamorado una vez, de Adonis, a quien compartí con Afrodita, pues las dos lo queríamos. Y solo tuve un pretendiente aparte de mi marido: Piritoo.
Su amigo Teseo y él prometieron casarse con sendas hijas de Zeus. Teseo escogió a Helena, la secuestró con la ayuda de Pirítoo y decidió retenerla hasta que tuviese la edad de casarse. Dejaron a Helena con la madre de Teseo, Etra, y viajaron al inframundo, reino de la elegida de Pirítoo, yo misma. Hades fingió ofrecerles hospitalidad y preparó un banquete. Tan pronto como se sentaron, las serpientes se enroscaron en torno a sus pies, atrapándolos, y ya no pudieron levantarse. Teseo fue finalmente rescatado por Heracles. Piritoo sigue aquí, para su desgracia.
Mi historia es breve... pero espero que haya gustado.

Hades, el señor de las tinieblas


Hola, ilusos mortales, me presento ante todos vosotros como Hades, Dios del Inframundo, hijo del Titán Crono y su hermana Rea. Opté por reinar en el seno de la tierra, sombrío reinado de la Muerte, ya que mis dos hermanos reinan en el cielo y en las aguas. El Inframundo, reino que algunos dirán que es un aburrimiento, para mí no lo es, ya que me encanta hacer sufrir aquellos mortales que se lo merecen. Como no me gusta vuestro mundo mortal mando a las Keres bajo mis órdenes, hijas de la noche, vírgenes aladas las cuales se abaten como vampiros sobre los campos de batalla.

Las almas de los muertos son transportadas por Tanatos (el genio de la muerte) o por Hipnos (el genio del sueño), o por el propio Hermes, descendiendo a los Infiernos por las gargantas del río Estige, un río de aguas negras que desaparece (como ocurre con varios ríos griegos) en las entrañas de la Tierra. El Estige desemboca en el Aqueronte, río infernal que rodea el palacio de Hades. Las almas lo cruzan sobre la barca de Caronte, que percibe un peaje, y penetran en mi palacio por una puerta que vigila mi gran perro de tres cabezas, bestia pérfida llamada Cerbero que nunca más les permitirá salir, devorando a los que lo intenten.

En mi palacio, presido un tribunal compuesto además por tres jueces: Minos, Radamantis y Éaco, que los mandaban por tres senderos según sus actos. Por el primer sendero se llega a la llanura de Asfódelo; aquí se quedaban los mediocres. Por otro camino se accedía a los Campos Elíseos, donde iban los afortunados. Y por último el Tártaro, lo más parecido a un infierno. Aquí en el Tártaro habitan algunos mortales que osaron burlarse de mí y de mi esposa Perséfone o que han cometido un gran crimen: están las Danaides, hijas de Dánao, rey de Argos, que por orden de su padre mataron a sus maridos porque un oráculo había prevenido al rey que sería muerto por uno de sus yernos. Están condenadas a verter eternamente en un tonel sin fondo, un agua que deben recoger en una fuente inagotable. Sísifo, que era un ladrón y un asesino, fue condenado a empujar eternamente una roca cuesta arriba solo para verla caer por su propio peso. También allí se encontraba Ixión, el primer humano que derramó sangre de un pariente. Hizo que su suegro cayese a un pozo lleno de carbones en llamas para evitar pagarle los regalos de boda. Su justo castigo fue pasar la eternidad girando en una rueda en llamas. Además, quiso seducir a Hera. Tántalo, que disfrutaba de la confianza de nosotros los dioses conversando y cenando, compartió la comida y nuestros secretos con sus amigos. Su justo castigo fue ser sumergido hasta el cuello en agua fría, que desaparecía cada vez que intentaba saciar su sed, con suculentas uvas sobre él que subían fuera de su alcance cuando intentaba cogerlas. Y estos dos, Teseo y Pirítoo, quienes habían prometido desposar a hijas de mi hermano Zeus. Teseo eligió a Helena, la secuestró con la ayuda de Pirítoo y decidió retenerla hasta que tuviese la edad de casarse. Pirítoo eligió a Perséfone, mi mujer(gran error para él no sabe con quién se mete). Dejaron a Helena con la madre de Teseo, Etra, y viajaron al Inframundo. Fingí ofrecerles hospitalidad y preparé un banquete. Tan pronto como la pareja terminó su comida se dirigieron a mi esposa para indicarle que se tenía que marchar, mi esposa ya sabía lo que le iba a pasar a esos dos granujas, cuando intentaron levantarse vieron que no podían. Yo como siempre disfruto de cómo los castigo, Heracles rescató a Teseo (maldito Heracles). Tántalo se ríe de Pirítoo porque puede enseñarle el culo jaja, pero el se burla ya que puede comerse su comida, algo con lo que me distraigo.
Y por ultimo hablar de mi querida esposa Perséfone, tuve que raptarla porque estaba ciego de amor por ella. Estaba cogiendo flores inocentemente con algunas ninfas en un campo en Enna cuando aparecí, emergiendo de una grieta del suelo, en un carro tirado por caballos negros, y rapté a Perséfone. Las ninfas fueron transformadas en las Sirenas por no haber intervenido. La vida quedó paralizada mientras mi desolada suegra, Deméter (diosa de la Tierra) buscaba por todas partes a su hija perdida. Al final mi suegra descubrió que yo la tenía y se la quiso llevar pero como había comido unos granos de granada ya no pudo irse del Inframundo, ya que aquel que coma algo no podrá marcharse. Así que mi suegra y yo hicimos un pacto, Perséfone se iba con ella durante un tiempo, y después volvía conmigo al Inframundo. Con tanto ajetreo de venir y de ir no tengo hijos con Perséfone, algo que me da mucha tristeza ya que hubiese enseñado a mis hijos la forma de cómo castigaros, ilusos mortales.¡Qué gran pena!