Tetis, la diosa marina


Yo, Tetis, soy hija de Nereo y Doris. fui educada por Hera, que siempre me ayudó. Yo soy la más famosa de las Nereidas. Recogí a Hefesto, el dios del fuego, cuando lo arrojaron al mar. También ayudé yo a los Argonautas cuando hicieron su periplo en busca del vellocino de oro.
Intentaron amarme Zeus, el dios supremo, y también Poseidón, dios del mar, pero tuvieron que desistir porque yo daría a luz un hijo más poderoso que su padre. Por este motivo decidieron casarme con un hombre mortal. Enviaron a Iris junto con Hermes, ambos mensajeros de los dioses, a buscar un hombre que quisiera casarse conmigo. Así Iris se entrevistó con el centauro Quirón, sabio entre los sabios. recomendó él, por su belleza física, inteligencia y valentía, al joven Peleo, a quien tenía en gran estima. Era el gobernador de los mirmidones.
Yo me sentí humillada por la imposición de marido por parte de los demás dioses, y rechacé a Peleo. Por eso él siguió los consejos de Quirón y preparó mi rapto. Para llevar a cabo su propósito me esperó en una cueva que yo frecuentaba mucho. Así consiguió poseerme.
Mi boda fue la mejor y la más linda de la historia, y se celebró con la presencia de todos los dioses del Olimpo. Todos recibieron sus invitaciones, con la sola excepción de Eris, diosa de la discordia, quien, furiosa por haber sido excluida, arrojó en el centro de la reunión una manzana de oro con la siguiente inscripción: "Para la más hermosa". Todas las diosas presentes se disputaron ser las destinatarias de la manzana, especialmente Hera, Atenea y Afrodita. Encomendaron a Zeus que resolviera la disputa, pero él prefirió no ganarse la enemistad de ninguna. Al verse obligado, delegó la elección en Paris. El hecho de que el príncipe troyano concediera la manzana a Afrodita condujo a la guerra de Troya.
Peleo y yo tuvimos muchos hijos, pero yo los asfixiaba conforme nacían, para que no heredaran los rasgos mortales de su padre. Peleo empezó a sospechar cuando nació mi séptimo hijo, y me descubrió sometiéndolo a un ritual que él pensó que acabaría con la vida del niño: sumergirlo en las aguas de la Estigia. Él me arrebató a Aquiles antes de que yo pudiera humedecer toda su piel, y solo su talón quedó libre del contacto de las aguas.
Furiosa por la intromisión, abandoné a Peleo y me volví al mar con mis hermanas. Sin embargo, siempre protegí a mi hijo. Traté de disuadirlo de acudir a la guerra de Troya, ya que sabía que sería su fin, y pedí a Hefesto que construyera su armadura. Pero no pude salvar su vida.
Esta es mi historia, más bien trágica, aunque ahora vivo tranquila y feliz. No la divulguéis. Adiós a todos.