Hola amigos, mi nombre es Atalanta, y soy una heroína vinculada al ciclo arcaico, consagrada a Artemisa y reconocida por mis inmejorables habilidades para la caza. Hay muchas historias sobre quiénes son mis verdaderos padres, (Árcade, y de Clímene; Atamante y Temisto… ); pero lo cierto es que yo estoy segura de que es Ménalo, por quien la isla Ménalo fue nombrada. Que aunque no esté muy orgullosa de él, ya que me abandonó al nacer por ser mujer en el monte Partenio a mi suerte, y gracias a que una osa me cuidó y me amamantó, pude sobrevivir hasta que unos cazadores me encontraron y decidieron criarme; él ha sido el que me dio la vida, sin él no podría estar hoy aquí contando mi historia. Cuando me convertí en una bella y ágil mujer, decidí no casarme y mantenerme virgen para consagrarme a la diosa de la cacería, Artemisa, a quien emulo con mis acciones. Por ello, viví en el bosque, me llevaba todo el día cazando; ¡hasta llegué a ser una de las cazadoras más renombradas de la antigüedad! Como mujer que soy me he enfrentado a muchos peligros a lo largo de mi vida: hasta me intentaron violar dos asquerosos centauros —Reco e Hileo—, pero me pude defender gracias a mis inigualables habilidades y maté a los centauros con mis flechas. Mi fama se difundió sobre todo, después de participar en la cacería del jabalí de Calidón (no veáis como corría ese jabalí) y después de obtener el premio a la carrera en los juegos fúnebres organizados en nombre de Pelias, donde competí con Peleo, padre de Aquiles, el de los pies ligeros, héroe del ciclo troyano. Además de estar consagrada a Artemisa, lo que verdaderamente me importaba era que debía mantenerme virgen. Me acuerdo que una vez me predijo un oráculo que el día en que me casara, iba a ser convertida en animal. Por esto, anuncié que mi esposo sería sólo aquel que lograra vencerme en la carrera (cosa muy, muy difícil), con la condición de que si yo ganaba, debía matar a su oponente (todo tiene su lado malo).Y sin embargo, a pesar del peligro, muchos hombres lo intentaron e irremediablemente y con mucho dolor los tuve que matar; ya que era invencible, ¡hasta cuando les daba alguna ventaja al inicio de la carrera les ganaba! Pero toda mujer tiene un hombre, su media naranja… y yo lo encontré, apareció un joven que logró vencerme (con trampa, pero lo logró): para engañarme, cada vez que lo iba a alcanzar en la carrera me tiraba una manzana de oro (y claro, todos tenemos debilidades) y al agacharme a recogerla pues perdía tiempo (evidentemente). Y así llegó a pedirme la mano. Y nosotros tan enamorados vivimos felices durante un tiempo, compartiendo nuestras cacerías y hazañas. Pero en una de estas persecuciones, entramos en uno de los santuarios de Zeus, y enamorados como estábamos nos detuvimos y gozamos de nuestro amor (no somos de piedras ¿no?. Zeus montó en cólera por el sacrilegio y nos transformó en dos leones. Aparentemente, los griegos creían que los leones no se cruzaban entre sí, de manera que al convertirnos a ambos en leones, Zeus estaba no sólo quitándonos nuestra condición humana, sino condenándonos a una vida separada. Di luz a un hijo, Partenopeo, que participó en la primera expedición de los siete contra Tebas ( se parece a mí, valiente y honesto).Y aunque a veces se dice que este niño fue fruto de mi matrimonio con mi esposo Hipómenes, también hay leyendas que indican que es hijo de Ares o de Meleagro; pero yo os puedo asegurar de que eso es mentira, mi hijo, es fruto de mi amor con mi marido.
Pero una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, ha sido mi viaje con los argonautas para conseguir el vellocino de oro; y aunque era la única mujer de abordo en el barco, pasé muy buenos ratos en la expedición (aunque de vez en cuando se escuchaba por ahí unos comentarios un poco machistas… pero qué se le va a pedir a un puñado de hombres de aquella época…). Me acuerdo de un día que apenas habíamos salido de Corcira, una tempestad nos arrastró hacia las Sirtes, en la costa de Libia. Allí tuvimos que transportar el barco a hombros hasta el lago Tritonis ( me duelen los hombros nada más de recordarlo); y gracias a Tritón encontramos una salida al mar y reanudamos nuestro viaje hacia la isla de Creta pero en el curso de este episodio, perdimos a dos compañeros, Camto y Mopso (dos grandes hombres). Al desembarcar en Creta nos topamos con un asqueroso gigante, Talo, que nos arrogaba rocas de la orilla de la playa para alejarnos de la costa; el gigante era enorme; pero como todos tenía como quien dice, su talón de Aquiles, en el tobillo, tras una gruesa piel, una vena en que radicaba su vida, si la vena llegaba a abrirse, Talo se moriría; y así lo hizo Medea con sus estupendas artes mágicas; así pudimos desembarcar y pasar la noche en la playa, para que a la mañana siguiente partiéramos de nuevo.
Siento no haber podido corresponder al amor de Meleagro, hombre que durante todo el largo periplo estuvo pendiente de mí, esperando poder conquistarme. Pero no lo había decidido así el destino, que me reservaba para Hipómenes.
Y así concluye mi historia, fieles seguidores…
Pero una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, ha sido mi viaje con los argonautas para conseguir el vellocino de oro; y aunque era la única mujer de abordo en el barco, pasé muy buenos ratos en la expedición (aunque de vez en cuando se escuchaba por ahí unos comentarios un poco machistas… pero qué se le va a pedir a un puñado de hombres de aquella época…). Me acuerdo de un día que apenas habíamos salido de Corcira, una tempestad nos arrastró hacia las Sirtes, en la costa de Libia. Allí tuvimos que transportar el barco a hombros hasta el lago Tritonis ( me duelen los hombros nada más de recordarlo); y gracias a Tritón encontramos una salida al mar y reanudamos nuestro viaje hacia la isla de Creta pero en el curso de este episodio, perdimos a dos compañeros, Camto y Mopso (dos grandes hombres). Al desembarcar en Creta nos topamos con un asqueroso gigante, Talo, que nos arrogaba rocas de la orilla de la playa para alejarnos de la costa; el gigante era enorme; pero como todos tenía como quien dice, su talón de Aquiles, en el tobillo, tras una gruesa piel, una vena en que radicaba su vida, si la vena llegaba a abrirse, Talo se moriría; y así lo hizo Medea con sus estupendas artes mágicas; así pudimos desembarcar y pasar la noche en la playa, para que a la mañana siguiente partiéramos de nuevo.
Siento no haber podido corresponder al amor de Meleagro, hombre que durante todo el largo periplo estuvo pendiente de mí, esperando poder conquistarme. Pero no lo había decidido así el destino, que me reservaba para Hipómenes.
Y así concluye mi historia, fieles seguidores…