Desde que nací Hera ha intentado matarme e interponerse en mi camino, e igualmente desde que nací he superado todos los obstáculos que me imponía, como aquella vez, cuando solo tenía unos pocos meses de vida, que mandó a dos serpientes a por mí, y las pobres acabaron muertas y haciendo las veces de juguetes para mí. Este odio que Hera siente hacia mí tiene origen en una infidelidad de Zeus, que la engañó con Alcmena, que es mi madre.
Una vez Hera me aplastó con sus manos la cabeza, y por culpa de aquello a veces sufro ataques de locura, como cuando maté a mis hijos.
En aquella época estaba casado con Megara, a quien mas tarde di en matrimonio a Yolao.
Tuve una segunda esposa llamada Ónfale, que era la reina lidia a la que fui vendido como esclavo.
Mi tercera esposa fue Deyanira, la responsable de mi muerte.
Cuando maté a mis hijos me sentí muy mal, y se me impusieron diez trabajos (que se convertirían en doce) que fueron definidos por Euristeo, la persona que me arrebató mi trono y a quien yo mas odiaba.
Los trabajos fueron los siguientes:
Matar al León de Nemea. Matar a la Hidra del lago de Lerna. Alcanzar a la cierva de Cerinia Capturar al jabalí de Erimanto. Limpiar los establos de Augias. Acabar con los pájaros del lago Estínfalo. Domar al toro salvaje de Creta. Robar las yeguas del rey Diomedes de Tracia. Vencer a las amazonas y tomar el cinturón de Hipólita. Matar a Gerión y robarle sus rebaños. Robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Ir a buscar a Cerbero, a los infiernos, y llevarlo a Euristeo.
Poco después de casarme con Deyanira, tuvimos que cruzar un rió, y un centauro llamado Neso se ofreció a llevar a Deyanira, pero intentó violarla, entonces yo lancé una de mis flechas y lo herí de muerte, y antes de morir le dijo a mi mujer que cogiera su sangre, y que si alguna vez me alejaba de su lado, la usara. Mas tarde, Deyanira sospechó de una relación mía con Yole, que era cierta, y untó unas ropas con la sangre del centauro y me las envió, pensando que aquella sangre sería un filtro de amor. Al ponérmelas un veneno penetró en mi cuerpo, provocándome un dolor insoportable. Deyanira, que pensaba que la sangre del centauro serviría para recuperarme, se ahorcó al ver lo que había hecho. Yo fui incinerado para acabar con mi agonía. Al morir, mi padre Zeus me convirtió en dios, haciéndome inmortal, aunque al principio pensé que al incinerarme se quemó mi parte de mortal, quedando solo mi parte divina.
Ahora descanso en el Olimpo, por fin exento de todo trabajo y fatiga.
Una vez Hera me aplastó con sus manos la cabeza, y por culpa de aquello a veces sufro ataques de locura, como cuando maté a mis hijos.
En aquella época estaba casado con Megara, a quien mas tarde di en matrimonio a Yolao.
Tuve una segunda esposa llamada Ónfale, que era la reina lidia a la que fui vendido como esclavo.
Mi tercera esposa fue Deyanira, la responsable de mi muerte.
Cuando maté a mis hijos me sentí muy mal, y se me impusieron diez trabajos (que se convertirían en doce) que fueron definidos por Euristeo, la persona que me arrebató mi trono y a quien yo mas odiaba.
Los trabajos fueron los siguientes:
Matar al León de Nemea. Matar a la Hidra del lago de Lerna. Alcanzar a la cierva de Cerinia Capturar al jabalí de Erimanto. Limpiar los establos de Augias. Acabar con los pájaros del lago Estínfalo. Domar al toro salvaje de Creta. Robar las yeguas del rey Diomedes de Tracia. Vencer a las amazonas y tomar el cinturón de Hipólita. Matar a Gerión y robarle sus rebaños. Robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Ir a buscar a Cerbero, a los infiernos, y llevarlo a Euristeo.
Poco después de casarme con Deyanira, tuvimos que cruzar un rió, y un centauro llamado Neso se ofreció a llevar a Deyanira, pero intentó violarla, entonces yo lancé una de mis flechas y lo herí de muerte, y antes de morir le dijo a mi mujer que cogiera su sangre, y que si alguna vez me alejaba de su lado, la usara. Mas tarde, Deyanira sospechó de una relación mía con Yole, que era cierta, y untó unas ropas con la sangre del centauro y me las envió, pensando que aquella sangre sería un filtro de amor. Al ponérmelas un veneno penetró en mi cuerpo, provocándome un dolor insoportable. Deyanira, que pensaba que la sangre del centauro serviría para recuperarme, se ahorcó al ver lo que había hecho. Yo fui incinerado para acabar con mi agonía. Al morir, mi padre Zeus me convirtió en dios, haciéndome inmortal, aunque al principio pensé que al incinerarme se quemó mi parte de mortal, quedando solo mi parte divina.
Ahora descanso en el Olimpo, por fin exento de todo trabajo y fatiga.