Jasón: el viaje más largo


Hola soy Jasón, hijo de Esón, rey de Yolco. Fuí desheredado por culpa de mi tío, Pelias, por ello me mandaron al cuidado del centauro Quirón hasta cumplir la edad viril. Para poder recuperar mi trono, tuve que realizar un viaje en busca del vellocino de oro, un viaje que ya os contaré más adelante.
En él conocí a Medea, mi fiel y amada esposa a la que quiero con locura. Y por este amor tan grande le quiero dedicar esta carta.

Querida esposa Medea:
En esta carta quiero decirte mis pensamientos más íntimos. Tu espíritu es ingenioso, no hay duda, pero por qué no reconoces que Eros te obligó con sus dardos a salvarme. Como quiera que fuese me parece bien. Ahora no puedes negarte a decir que por mi salvación te he dado mucho más de lo que yo recibí. Unas de mis dudas es ¿por qué mataste sin mi consentimiento a mi tío Pelias?. Y también por qué me reprochas el haberme casado con la hija del rey de Corinto, lo hice por el bien de nosotros y nuestros hijos, tranquilízate.
Además, después de lo que yo pasé tras el viaje del vellocino de oro, qué otro hallazgo más feliz podría haber tenido yo. No creas que he aceptado la boda así como así, no lo hice ni para atormentarte, ni por odio a tu lecho, ni por tener nuevos hijos, me basta ya con los que tengo y no quiero más, y encima estoy herido por el nuevo matrimonio. Además lo hice por ti, mi amor, por llevar una vida feliz y sin carecer de nada. Por nuestros hijos, para darles una educación digna de mi casa, y al tener hermanos a los hijos nacidos de ti ponerlos en situación de igualdad y conseguir mi felicidad con la unión de mi linaje.
¿Qué necesidad tienes tú de hijos?. Mi interés por tenerlos es que ayuden a los que estamos ya aquí. ¿Me he equivocado en mi proyecto? No lo podrás decir, si no te mataran los celos que tienes.
Pero claro, las mujeres llegáis al extremo de que os conformáis si va bien vuestro matrimonio y os creéis que lo tenéis todo, pero en el caso de que una desgracia os llegue, lo más bello y lo más provechoso lo consideráis hostil. Sé que te puedes vengar, que eres sumamente peligrosa, ya lo has demostrado, y temo además tus dichosos celos, que son inservibles, porque al fin y al cabo las mujeres servís solo y exclusivamente para la procreación.
Los hombres deberíamos engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría entonces que existir la raza femenina, así no habría mal alguno para nosotros. Y con esto te dejo, mi querida esposa Medea. Resígnate, por favor.
Tu marido, Jasón.