Soy Ares, el dios olímpico de la guerra, soy la personificación de la fuerza bruta y la violencia, así como del tumulto, confusión y horrores de las batallas, en contraposición a mi hermanastra Atenea. Soy hijo de Zeus y Hera.
Tengo dos hijos con Afrodita que son Deimos y Fobos, os sonarán porque son los nombres de los satélites de Marte, también tengo una hermana llamada Enio, diosa del derramamiento de sangre y la violencia.
Tengo varios ayudantes, aparte de mi hermana Enio como Cidoimos, el daimon del alboroto de las batallas, así como las Macas (Batallas), las Hisminas (Disputas), Polemos (un espíritu menor de la guerra) y la hija de éste, Alala, la diosa-personificación del grito de guerra griego, cuyo nombre era usado por mi como grito de guerra propio.
Uno de mis papeles importantes es el mito fundacional de los espartanos, pues de los dientes del dragón brotaron como si una cosecha creciese una raza de guerreros descendientes de mí.
Helios, el dios sol, me acusó una vez ante Hefesto por mis relaciones con Afrodita. Hefesto se enfureció y conspiro para atraparnos in fraganti, para lo que dispuso sobre la cama una sutil red metálica invisible con el poder de inmovilizar a cualquiera, incluyendo a los dioses.Así nos atrapo a los dos juntos, trayendo entonces a los demás dioses para que fuesen testigos del adulterio (las diosas no fueron por pudor), pensando humillarlos.
Una vez dos gigantes ctónicos, los Alóadas, Oto y Efialtes, me encadenaron y encerraron en una urna de bronce, donde tuve que resistir durante trece meses, un año lunar, allí estuve gritando y aullando hasta que Hermes me rescató y Ártemis engañó a los Alóadas transformándose en ciervo y haciendo que los hermanos se arrojaran sus lanzas uno al otro, matándose.
En la guerra de Troya prometí a Atenea y Hera que lucharía del lado de los Aqueos, pero Afrodita logró persuadirme para que luchara junto a los troyanos. Durante la guerra, Diomedes luchó con Héctor y me vieron luchando en el lado troyano. Diomedes pidió a sus soldados que se retirasen lentamente. Hera, mi madre vio mi injerencia y pidió permiso a Zeus, mi padre, para retirarme del campo de batalla. Mi madre animó a Diomedes a atacarme y este arrojó su lanza hacia a mí. Atenea guió esa lanza hacia mi cuerpo y en mi caída maté como nueve o diez mil guerreros juntos y huí al monte Olimpo, lo que obligó a los troyanos a retirarse. Cuando los dioses comenzaron a tomar parte activa en la guerra de los mortales, Atenea se enfrentó a mí y me tiró al suelo arrojándome una enorme piedra, y cuando quedé tumbado en la tierra, mi enorme cuerpo cubrió el espacio de siete plethras.
Soy también celoso, no puedo evitarlo. Mi amor de toda la vida ha sido Afrodita, y no pude soportar que se enamorara de otro, y ese otro fue Adonis. Cuando Adonis nació, Afrodita lo tomó bajo su protección, seduciéndole con la ayuda de Helena, su amiga, y fue hechizada por su belleza sobrenatural. Afrodita se lo dio a Perséfone para que lo cuidara, pero ésta también quedó asombrada por su belleza y rehusó devolvérselo. La discusión entre las dos diosas fue resuelta por Zeus o Calíope, quien decidió que Adonis pasase cuatro meses con Afrodita, cuatro con Perséfone y los cuatro restantes del año con quien él eligiera. Adonis siempre escogió a Afrodita porque Perséfone era la diosa fría e insensible del inframundo.
Adonis fue finalmente asesinado por mí. Afrodita fue advertida de estos celos y se le dijo que a Adonis le mataría yo, transformado en toro. Intentó convencer a Adonis para que estuviera con ella a todas horas, pero el amor de éste por la caza fue su perdición. Mientras estaba de cacería, le encontré y le corneé hasta matarlo. Afrodita llegó justo a tiempo de oír su último suspiro. Pero, al fin y al cabo, siguió conmigo. A pesar de sus continuos caprichos, siempre vuelve conmigo.
Tengo dos hijos con Afrodita que son Deimos y Fobos, os sonarán porque son los nombres de los satélites de Marte, también tengo una hermana llamada Enio, diosa del derramamiento de sangre y la violencia.
Tengo varios ayudantes, aparte de mi hermana Enio como Cidoimos, el daimon del alboroto de las batallas, así como las Macas (Batallas), las Hisminas (Disputas), Polemos (un espíritu menor de la guerra) y la hija de éste, Alala, la diosa-personificación del grito de guerra griego, cuyo nombre era usado por mi como grito de guerra propio.
Uno de mis papeles importantes es el mito fundacional de los espartanos, pues de los dientes del dragón brotaron como si una cosecha creciese una raza de guerreros descendientes de mí.
Helios, el dios sol, me acusó una vez ante Hefesto por mis relaciones con Afrodita. Hefesto se enfureció y conspiro para atraparnos in fraganti, para lo que dispuso sobre la cama una sutil red metálica invisible con el poder de inmovilizar a cualquiera, incluyendo a los dioses.Así nos atrapo a los dos juntos, trayendo entonces a los demás dioses para que fuesen testigos del adulterio (las diosas no fueron por pudor), pensando humillarlos.
Una vez dos gigantes ctónicos, los Alóadas, Oto y Efialtes, me encadenaron y encerraron en una urna de bronce, donde tuve que resistir durante trece meses, un año lunar, allí estuve gritando y aullando hasta que Hermes me rescató y Ártemis engañó a los Alóadas transformándose en ciervo y haciendo que los hermanos se arrojaran sus lanzas uno al otro, matándose.
En la guerra de Troya prometí a Atenea y Hera que lucharía del lado de los Aqueos, pero Afrodita logró persuadirme para que luchara junto a los troyanos. Durante la guerra, Diomedes luchó con Héctor y me vieron luchando en el lado troyano. Diomedes pidió a sus soldados que se retirasen lentamente. Hera, mi madre vio mi injerencia y pidió permiso a Zeus, mi padre, para retirarme del campo de batalla. Mi madre animó a Diomedes a atacarme y este arrojó su lanza hacia a mí. Atenea guió esa lanza hacia mi cuerpo y en mi caída maté como nueve o diez mil guerreros juntos y huí al monte Olimpo, lo que obligó a los troyanos a retirarse. Cuando los dioses comenzaron a tomar parte activa en la guerra de los mortales, Atenea se enfrentó a mí y me tiró al suelo arrojándome una enorme piedra, y cuando quedé tumbado en la tierra, mi enorme cuerpo cubrió el espacio de siete plethras.
Soy también celoso, no puedo evitarlo. Mi amor de toda la vida ha sido Afrodita, y no pude soportar que se enamorara de otro, y ese otro fue Adonis. Cuando Adonis nació, Afrodita lo tomó bajo su protección, seduciéndole con la ayuda de Helena, su amiga, y fue hechizada por su belleza sobrenatural. Afrodita se lo dio a Perséfone para que lo cuidara, pero ésta también quedó asombrada por su belleza y rehusó devolvérselo. La discusión entre las dos diosas fue resuelta por Zeus o Calíope, quien decidió que Adonis pasase cuatro meses con Afrodita, cuatro con Perséfone y los cuatro restantes del año con quien él eligiera. Adonis siempre escogió a Afrodita porque Perséfone era la diosa fría e insensible del inframundo.
Adonis fue finalmente asesinado por mí. Afrodita fue advertida de estos celos y se le dijo que a Adonis le mataría yo, transformado en toro. Intentó convencer a Adonis para que estuviera con ella a todas horas, pero el amor de éste por la caza fue su perdición. Mientras estaba de cacería, le encontré y le corneé hasta matarlo. Afrodita llegó justo a tiempo de oír su último suspiro. Pero, al fin y al cabo, siguió conmigo. A pesar de sus continuos caprichos, siempre vuelve conmigo.