Yo, Crono


Sé que no actué bien devorándolos, pero mi miedo resultó bien fundado y mis propios hijos me atacaron. Los lideraba el propio Zeus, el único de ellos a quien no pude devorar, gran error, causa de todos mis males. Y me vi obligado a pedir ayuda a los demás Titanes. No todos me siguieron, pero al manos tuve a mi lado a Ceo, Crío, Jápeto , Atlas e Hiperión. Luchamos desde el monte Otris, frente a ellos, situados en el Olimpo. Pero después de diez años de continua lucha, la balanza continuaba sin inclinarse a un lado o a otro. A mí me faltaban las fuerzas. Tuve que ceder el mando a Atlas.
Entonces Gea profetizó la victoria de Zeus si tenía como aliados a los Cíclopes y los Hecatonquires, a los que yo había precipitado en el Tártaro, y que sufrían bajo la tierra ya durante un largo tiempo. Zeus eliminó a Campe, su carcelera y consiguió su ayuda.
Los cíclopes dieron a Zeus su rayo fulminante, a Hades el casco que le hace invisible, a Poseidón su emblemático tridente.
El mar se sacudió por largo tiempo y de manera horrible, la tierra tembló el cielo se abrió, mientras los Hecatonquires arrojaban rocas enormes con sus cien brazos, todo ardía y se iluminaba con el fuego de Zeus. Todos temíamos el regreso del Caos.
Fuimos vencidos, encadenados y encerrados en el Tártaro. Como gracia especial se me permitió habitar los Campos Elíseos. El valeroso Atlas fue condenado a sostener para siempre la bóveda celeste sobre sus hombros.
Zeus repartió el universo con sus hermanos varones, pero se reservó la mejor parte, el cielo y la tierra, mientras Hades se quedó con el inframundo y Poseidón con las aguas. Pero siempre temió perder su supremacía. Y estuvo a punto de perderla en varias ocasiones: cuando los Gigantes comenzaron a amontonar montañas para tomar el Olimpo, los dioses tuvieron que contar con la ayuda de Heracles para vencerlos; la Tierra, que los había engendrado, creó al monstruoso Tifón, al que vencieron entre todos y aún continúa sepultado bajo el Etna; Los Alóadas, Oto y Efialtes, gigantescos y soberbios seres que también quisieron alcanzar el Olimpo.
Y ya nunca vivirá tranquilo.