El titán bueno



Soy Prometeo, un titán, hijo de Jápeto y la oceánide Clímene, hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio.Soy el creador del hombre. Zeus nos encargó este trabajo a mi hermano Epimeteo y a mí, y yo creé una criatrura a semejanza de los dioses: Un humano. Por cierto, bastante tiempo me llevó crear mi obra maestra.
Y fue a habitar en la Tierra. Pasado un tiempo sentí lástima de mis criaturas, viéndolos tiritar muertos de frío en las duras noches de invierno, sin poder cocinar sus alimentos y sin apenas poder defenderse de las fieras. Dedidí entonces robar el fuego del Monte Olimpo, porque Zeus no estaba de acuerdo en ayudarlos. Transporté unas brasas del fuego del carro de Apolo en una caña hueca y, para tranquilizar a Zeus, pedí a los humanos que le preparasen unas ofrendas. Ellos sacrificaron un toro, pero yo ideé un engaño: escondí la carne bajo una capa de huesos y tendones, cubriendo las vísceras y los huesos con apetitosa grasa. Zeus, atraído por el olor, llegó a reclamar su parte y yo le dí a elegir. El muy tonto escogió la que tenía mejor aspecto, y los hombres pudieron disfrutar de la carne del animal.
Zeus, enfurecido, se llevó el fuego de la Tierra, pero yo no pude soportar ver sufrir más penalidades a los hombres, y volví a robarlo. Zeus entonces nos castigó de otra manera: para los hombres creó a Pandora: Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Afrodita le dio belleza y Apolo le dio talento musical y el don de sanar. Hermes le dio entonces a Pandora una caja que nunca debía abrir, lo que la llenó de curiosidad. Así la dejó en el mundo.
Prometeo advirtió a Epimeteo de no aceptar ningún regalo de los dioses, pero Epimeteo no escuchó a su hermano y aceptó a Pandora, enamorándose de ella y finalmente tomándola como esposa.
Epimeteo pidió a Pandora que nunca abriese la caja de Zeus, pero un día, la curiosidad de Pandora venció finalmente y abrió la caja, liberando a todas las desgracias humanas (la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen... ). Solo quedó en el fondo la Esperanza.
A mí me encadenó Hefesto, por orden de Zeus, en una alta roca del Cáucaso. Un águila tendría que devorar mi hígado durante toda la eternidad, suplicio que nunca podía terminar por ser yo inmortal (mi hígado se regeneraba). Allí seguiría aún si no hubiera revelado a Zeus un secreto muy importante para él....