Para quienes me tienen como bruja sin entrañas ni corazón:
Quizá soy todo lo contrario: mujer de excesiva pasión y sentimientos. Malos en una mujer, naturales en un hombre.
Quizá me atreví a ser yo misma por ser bárbara y no griega.
A amar a mi esposo sobre todas las cosas.
Al hombre que me debía su fama, su gloria y su riqueza.
Mi matrimonio era feliz, tenia dos hijos hermosos y un marido al que adoraba; pero nunca me imaginé que nuestra llegada a Corinto acabaría con toda nuestra felicidad.
Mi marido era ambicioso: no se conformó con la dicha doméstica. Necesitaba sumar la realeza que perdió en Yolcos a su gloria como héroe. Nunca me perdonó la muerte de Pelias, que le alejó definitivamente de sus ambiciones políticas. Tremenda ironía: por amor, yo había consentido en vivir como una esposa griega común y corriente, siempre en un segundo plano, limitada a los umbrales de mi hogar, a pesar de haber nacido princesa y maga.
Al llegar a Corinto nos instalamos muy bien y como Jason era un héroe todo el mundo nos admiraba y respetaba; pero, había una persona que admiraba demasiado a mi marido... Yo empecé a sospechar y al final descubrí que iba detrás de él! me quedé sorprendida, no me lo esperaba, y mucho menos de la hija del rey.. Al principio me sentí como halagada diciendo anda pues este chico es mío, pero no fue así, mi queridísimo marido se fue detrás suya como un perro faldero para alcanzar más fama y así como él me dijo, conseguir que nuestros hijos tuvieran una descendencia real. Ni siquiera se excusó diciendo que la amaba: por lo visto, el amor nunca tuvo un sentido para él. ¿Alguna vez lo sintió?
Como era de esperar, yo no me iba a quedar con los brazos cruzados, así que antes de huir planeé la destrucción de la nueva esposa de Jasón. Por desgracia, no pude dejar ahí la cosa: para que mi venganza fuese completa, también tuve que matar a mis hijos. Fue lo mas difícil de toda mi vida, yo los quería, todos piensan que fui cruel y perversa, pero tienen que poner en mi situación, me vi sola, sin mis hijos, sin un marido que me quisiera y que me cambió como un trozo de carne inservible ya. Mis hijos estaban ya perdidos para mí. Al repudiarme mi esposo, yo debía abandonar la hostil tierra de los griegos sola, sin los hijos que en común habíamos criado. Todo, todo sería para él, el hombre que me había traicionado. Los adorados niños serían para otra, que no había sufrido los dolores de sus partos ni las noches sin dormir de los primeros años, que no los había alimentado con la leche de sus pechos... Si, los maté, lo reconozco, no fue fácil, pero eso no lo puede llegar a entender nadie, yo todavía les sigo llevando dentro de mi corazón.
Terminado todo mi plan, conseguí ver a mi queridísimo Jasón solo y amargado. Yo, no muy feliz por verlo así, partí hacia Atenas, montada en un carro de fuego. Tuve un nuevo amor, Egeo, y pase unos años tranquilos junto a él, hasta que se cruzó en nuestras vidas su hijo Teseo. Reanudé mi existencia incómoda y errante, y os juro que no hay un día en que no me acuerde de Jasón y los hijos que tuve junto a él. Cada noche aparecen en mis sueños, y el recuerdo me duele hasta matarme. O eso quisiera yo, porque sé que en mi calidad de maga poderosa nunca respiraré la malsana atmósfera del Hades, nunca volveré a ver sus rostros, aunque sea vueltos sombra, y ese será el castigo de esta infortunada mujer bárbara que porta la ignominia de haber querido tomarse la justicia de su mano, siendo solo una pobre mujer. La pasión, para el sexo femenino, es siempre una trampa peligrosa.
Quizá soy todo lo contrario: mujer de excesiva pasión y sentimientos. Malos en una mujer, naturales en un hombre.
Quizá me atreví a ser yo misma por ser bárbara y no griega.
A amar a mi esposo sobre todas las cosas.
Al hombre que me debía su fama, su gloria y su riqueza.
Mi matrimonio era feliz, tenia dos hijos hermosos y un marido al que adoraba; pero nunca me imaginé que nuestra llegada a Corinto acabaría con toda nuestra felicidad.
Mi marido era ambicioso: no se conformó con la dicha doméstica. Necesitaba sumar la realeza que perdió en Yolcos a su gloria como héroe. Nunca me perdonó la muerte de Pelias, que le alejó definitivamente de sus ambiciones políticas. Tremenda ironía: por amor, yo había consentido en vivir como una esposa griega común y corriente, siempre en un segundo plano, limitada a los umbrales de mi hogar, a pesar de haber nacido princesa y maga.
Al llegar a Corinto nos instalamos muy bien y como Jason era un héroe todo el mundo nos admiraba y respetaba; pero, había una persona que admiraba demasiado a mi marido... Yo empecé a sospechar y al final descubrí que iba detrás de él! me quedé sorprendida, no me lo esperaba, y mucho menos de la hija del rey.. Al principio me sentí como halagada diciendo anda pues este chico es mío, pero no fue así, mi queridísimo marido se fue detrás suya como un perro faldero para alcanzar más fama y así como él me dijo, conseguir que nuestros hijos tuvieran una descendencia real. Ni siquiera se excusó diciendo que la amaba: por lo visto, el amor nunca tuvo un sentido para él. ¿Alguna vez lo sintió?
Como era de esperar, yo no me iba a quedar con los brazos cruzados, así que antes de huir planeé la destrucción de la nueva esposa de Jasón. Por desgracia, no pude dejar ahí la cosa: para que mi venganza fuese completa, también tuve que matar a mis hijos. Fue lo mas difícil de toda mi vida, yo los quería, todos piensan que fui cruel y perversa, pero tienen que poner en mi situación, me vi sola, sin mis hijos, sin un marido que me quisiera y que me cambió como un trozo de carne inservible ya. Mis hijos estaban ya perdidos para mí. Al repudiarme mi esposo, yo debía abandonar la hostil tierra de los griegos sola, sin los hijos que en común habíamos criado. Todo, todo sería para él, el hombre que me había traicionado. Los adorados niños serían para otra, que no había sufrido los dolores de sus partos ni las noches sin dormir de los primeros años, que no los había alimentado con la leche de sus pechos... Si, los maté, lo reconozco, no fue fácil, pero eso no lo puede llegar a entender nadie, yo todavía les sigo llevando dentro de mi corazón.
Terminado todo mi plan, conseguí ver a mi queridísimo Jasón solo y amargado. Yo, no muy feliz por verlo así, partí hacia Atenas, montada en un carro de fuego. Tuve un nuevo amor, Egeo, y pase unos años tranquilos junto a él, hasta que se cruzó en nuestras vidas su hijo Teseo. Reanudé mi existencia incómoda y errante, y os juro que no hay un día en que no me acuerde de Jasón y los hijos que tuve junto a él. Cada noche aparecen en mis sueños, y el recuerdo me duele hasta matarme. O eso quisiera yo, porque sé que en mi calidad de maga poderosa nunca respiraré la malsana atmósfera del Hades, nunca volveré a ver sus rostros, aunque sea vueltos sombra, y ese será el castigo de esta infortunada mujer bárbara que porta la ignominia de haber querido tomarse la justicia de su mano, siendo solo una pobre mujer. La pasión, para el sexo femenino, es siempre una trampa peligrosa.