La reina solitaria (Hipsípila)


Yo, por todo título personal, era hija de Toas, rey de Lemnos, viudo, que me crió y al que yo adoraba, puesto que fue padre y madre para mí.
Siendo yo muy joven, todavía soltera, Las mujeres de mi isla abandonaron el culto de Afrodita, por pura soberbia, pues se creían más hermosas que la diosa y el amor no les faltaba. por lo que La diosa les castigó haciéndolas repugnantes para sus esposos. Olían muy mal, un olor penetrante y asqueroso del que no podían librarse por mucho que lavaran sus cuerpos y cabellos. Sus maridos huían de ellas y buscaban el amor en cautivas extranjeras.
Las mujeres decidieron vengarse, y una noche mataron a todos los hombres. Pero yo no quise matar a mi padre y lo escondí en un cofre, que dejé en el mar Así le salvé de la muerte.
Mis conciudadanas me otorgaron el reino que por herencia me correspondía. Y durante mi breve reinado tuve la única alegría que conoció mi vida adulta: mi primer y último amor.
Un día, mucho tiempo después de la muerte de los hombres, arribó una nave a nuestras playas. En ella viajaban cincuenta hombres y una muchacha. El capitán de aquel navío, un apuesto joven rubio, atrajo enseguida mi atención. Todas las mujeres ansiábamos el contacto de un hombre, y ellos lo agradecieron, puesto que permanecieron con nosotras un año entero. Tuve la suerte de gustar a Jasón, y le di dos hijos gemelos, que apenas llegó a conocer. No había hombres para todas, por supuesto, pero con ellos venía un tal Heracles, capaz de satisfacer a cientos.
Tras la partida del Argo mis conciudadanas me hicieron exiliarme, al saber que había salvado la vida de mi padre. Caí en manos de unos piratas y fui vendida como esclava a Licurgo, rey de Nemea, quien me confió el cuidado de su hijo Ofeltes.
Un día al pasar por allí siete caudillos que se dirigían contra Tebas, me pidieron que les indicase el lugar donde podían encontrar una fuente. Dejé solo al niño un momento para dar a los guerreros la explicación pedida, con tal mala suerte que en ese preciso instante una serpiente mató al niño.
Licurgo y su esposa Euridice quisieron matarme, pero los guerreros intervinieron en mi favor y lograron que se me permitiera regresar a Lemnos, donde ahora envejezco, tranquila y sola, entre mis recuerdos.